Índice de Contenidos [ocultar]
Índice de Contenidos [ocultar]
Era un soleado sábado de invierno, el tipo de día que invita a aprovechar del tiempo al aire libre y, cómo no, mi amiga Laura y yo decidimos que era el momento perfecto para una escapada a un campo y una playa cercanas con nuestros fieles compañeros peludos. Yo, acompañada de mi Shi-tzu, Nico, un pequeño guerrero que, aunque parezca un peluche inofensivo, es todo un maestro en retener toda la arena de la playa dentro del pelo, sin mencionar que puede aumentar dos veces su peso con toda el agua que absorbe cuando vuelve mojado. Laura, por su parte, traía a Toby, un Grifón de carácter “vivaz”, cuyo pelo duro se desprende con facilidad (podrías hacerte un abrigo de pelo si él se arrima a ti) y siempre deja un "perfume" muy particular en el ambiente.
Al volver de nuestra jornada playera llena de juegos y, por supuesto, innumerables zambullidas, nos enfrentamos a la cruda realidad: el coche, había sufrido en silencio las consecuencias de nuestro día de diversión. El maletero se había transformado en un pequeño ecosistema repleto de pelos, humedad, pienso de perro esparcido, arena, agua salada, algún que otro palito a modo de souvenir…eso sin mencionar que el camino de vuelta por la carretera comarcal había hecho estragos en el pobre Toby, que nos había dejado un “regalo” en una de las esquinas del maletero fruto de una mala digestión. El olor era, por decirlo suavemente, memorable.
Aquí es donde entra en juego mi experiencia laboral (es lo bueno que tiene trabajar en Sisbrill). Armada con mis conocimientos y, por supuesto mi 361 Todo Uso Coche y el Poliodor, estábamos listas para enfrentarnos a la tarea.
Empezamos por los pelos adheridos a la moqueta del maletero, el epicentro del caos. Con guantes puestos y una determinación de acero me dispuse a enchufar la aspiradora en el garaje de casa. Cuando me giré, vi que Laura se había descalzado y sujetaba una de sus deportivas en la mano dispuesta no sé a qué…
- “¿Pero qué haces con la zapatilla en la mano?”, le pregunté.
- “El otro día vi un video en TikTok en el que usaban esto para quitar los pelos de perro del sofá!”
Mi cara debía de ser un poema… Es cierto que había escuchado remedios caseros como los guantes de nitrilo o las rasquetas de limpiar las mamparas del baño… ¿pero ésto?
- “A ver Laura… que utilices un rodillo para la ropa…el truco de la cinta adhesiva… Pero sacarte el zapato… ¿No te parece que ya hay suficiente mal olor aquí?” le dije con guasa.
Vi que tenía ganas de replicarme pero rápidamente le enseñé mi arma secreta antes de darle opción: El cepillo eliminador de pelo de mascotas.
“Claro, claro. Como tú tienes recursos profesionales… A ver, tu cepillas y mientras yo aspiro.”
Mientras yo iba cepillando toda la superficie del maletero, los pelos de Toby empezaron a despegarse con facilidad. Laura me seguía de cerca con la boquilla de la aspiradora que también se iba llevando por delante los granitos de pienso restantes de la merienda y algunas hojas que Nico se había traído en las patas del campo cercano al aparcamiento de la playa.
Una vez habíamos retirado todos los pelos, aplicamos el 361, un producto que siempre tengo como comodín cuando quiero deshacerme de la suciedad y me preocupa no dañar las superficies. Pulverizamos generosamente sobre la tapicería y las superficies afectadas, dejando actuar el producto unos minutos, suficiente para que la magia comenzase a suceder. Una vez que la suciedad y los residuos que Nico había coleccionado durante el día empezaron a disolverse, empleamos una microfibra húmeda para retirar los restos de producto y suciedad. La moqueta empezaba a recuperar su aspecto original.
El reto más grande fue sin duda el vómito de Toby y las manchas de barro, humedad y salitre. Con un poco de papel y conteniendo la respiración, retiramos la mayor parte. Lo ideal hubiese sido darnos cuenta en el momento, ya que el vómito al ser ácido, podía haber quemado la moqueta del maletero, pero una vez más 361 mostró su valía. Una vez dejamos actuar el producto pudimos retirarlas con relativa facilidad siguiendo la misma metodología que con la alfombra de pelos de la que nos habíamos deshecho hace unos instantes.
- “¿Ves qué fácil? ¡Si esto es una maravilla!” Le dije a Laura con cierto tono de orgullo en mi voz y el 361 todavía en la mano.
- “Sí, sí. Muy limpito todo, pero el coche aún huele mal. Estos olores no hay quien los quite en semanas” me respondió con resignación.
Fui hasta el asiento del copiloto del coche y saqué el Poliodor de la guantera.
- “Aún no te había enseñado esto, verdad?”
- “Ah! Ahora tenéis ambientadores?”
- “Esto es mucho mejor que un ambientador. Es un eliminador de olores! Ya verás!” dije mientras pulverizaba Poliodor al aire en medio del maletero. “Sólo tienes que pulverizarlo y luego lo extiendes con una microfibra limpia y seca.”
Una vez terminé de pasar la microfibra ya impregnada de Poliodor por todo el maletero (paredes incluidas), el olor a “aventura canina” que había en el coche desapareció por completo en cuestión de minutos.
Cuando acabamos, el coche estaba irreconocible. No solo habíamos conseguido eliminar todos los rastros visibles de nuestra jornada con los perros, sino que el olor había desaparecido por completo, dejando un ambiente fresco y limpio. Laura estaba asombrada y la verdad no la culpo. Sinceramente nadie habría imaginado que el coche podría volver a su estado original después de semejante desastre.
Este día nos enseñó varias lecciones importantes. La primera, que no hay aventura demasiado grande que no pueda ser abordada con los productos adecuados y un poco de esfuerzo. La segunda, que la compañía de nuestros amigos peludos, a pesar de los pequeños desastres que puedan causar, siempre vale la pena. Y la tercera, que siempre es útil tener a mano productos de limpieza de calidad para cuando la vida te sorprenda con un poco más de "aventura" de la esperada. En conclusión, la limpieza después de un día de excursión con mascotas puede parecer una tarea desalentadora, pero con los productos adecuados y un buen enfoque, es posible restaurar la limpieza y frescura de nuestro vehículo, preparándolo para la próxima aventura. Laura… ¿cuándo repetimos?